La catedral : 5
La catedral : 5 de Vicente Blasco Ibáñez Las gentes de la Primada acogían con obstinado silencio la menor alusión al prelado reinante. Era costumbre tradicional en las Claverías: Gabriel recordaba haber visto lo mismo en su infancia. Si se hablaba del arzobispo anterior, aquella gente, habituada a la murmuración, como todos los que viven en cierto aislamiento, soltaba la lengua comentando su historia y sus defectos. A prelado muerto no había que temerle. Además, era un halago indirecto al arzobispo vivo y sus favoritos hablar mal del difunto. Pero si en la conversación surgía el nombre de Su Eminencia reinante, todos callaban, llevándose la mano a la gorra para saludar, como si el príncipe de la Iglesia pudiese verlos desde el inmediato palacio. Gabriel, oyendo a sus compañeros del claustro alto, recordaba el juicio funeral de los egipcios. En la Primada no se decía verdad sobre los prelados, ni osaba nadie...
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